Después de una tormentosa lectura nocturna, al llegar a la última página de la novela “La Carretera”, una palabra detonó un largo insomnio: “escalofriante”. Y las preguntas llegaban a raudales: ¿por qué existimos? ¿cuál es el límite del amor? ¿dónde termina nuestro camino? Este es un texto con consecuencias. El horror es un pretexto para exhibir aquí lo mejor que tenemos los seres humanos, nuestras fortalezas, los miedos, las esperanzas, el deseo de vivir. (Luis Córdova, enero 2008. Imagen: transamazónica)
Corman McCarthy, uno de esos misteriosos escritores que con su reclusión alimentan el imaginario de la literatura estadounidense, ganó el premio Pulitzer 2007 con un libro en el cual coloca al lector a lo largo de una carretera, con y sin asfalto, y lo convierte en el silencioso acompañante de un padre y su pequeño hijo que caminan y caminan, arrastrando un carrito de supermercado, en una aventura que aparentemente no tiene destino.
No es una novela de terror, en el sentido clásico de la palabra, aunque hay situaciones terroríficas. Tampoco es una novela existencial, pero la angustia de vivir está allí como una presencia concreta e ineludible. Es, eso sí, una novela de amor, de un amor tan potente y tan primitivo que resulta, por cierto, escalofriante.
Los dos personajes recorren la carretera después que un holocausto ha destruido la civilización. El paisaje estéril es sólo un reflejo de la muerte. Las prioridades de cada día son combatir el frío, el hambre y la sed. Luchar contra los recuerdos, en el caso del hombre, y encontrarle sentido a la vida, en el caso del niño.
La situación empeora porque además hay otros sobrevivientes, tan hambrientos y desesperados como ellos. La carretera, que es literalmente un hilo conductor para sus vidas, también es peligrosa por la presencia de otros humanos depredadores, incluyendo bandas de caníbales que nos asolan (el lector es involucrado) recreando el miedo primigenio a ser comido por otros.
A ratos es difícil pasar de página. El miedo del padre y del hijo a quedarse sin el otro es contagioso. McCarthy logró producir una obra que descarta las reacciones de indiferencia y que nos coloca frente a la decisión del hombre por seguir adelante, mientras es el niño, que no conoció un ‘antes’, quien se pregunta por qué.
El recorrido es justificado por la necesidad de escapar del frío. Aunque el objetivo real es sobrevivir, en medio de la nada y el caos. El hombre observa a su hijo desnutrido, capaz de alegrarse y esperanzarse con pequeñas cosas. Ese niño es el nuevo humano en un mundo destruido.
Fin.
Cormac McCarthy, “La Carretera”, Literatura Mondadori, Editorial Sudamericana, 2007
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