Las últimas noticias del cosmos incluyen una revelación: la edad del universo es de 13.730 millones de años, con un margen de error de 120 millones años. Tarde o temprano lo íbamos a averiguar. Y aunque aún falta mucho por descubrir, cada vez hablamos menos del infinito.
“El universo es infinito” era la mejor manera de explicar un espacio que rebasa la capacidad de comprender, donde no hay final, aunque también su comienzo era difuso, teórico pero impreciso. El universo lo contiene todo, y eso incluye a la nada. El tiempo y el espacio. Pero mientras más sabemos, más dudamos. ¿Será que el universo es sólo increíblemente inmenso? ¿descubrirán sus límites? ¿y fuera de este universo, hay algo más?
La noticia sobre los datos más precisos recopilados hasta el momento sobre la edad del universo provino de datos aportados por el satélite Wilkinson Microwave Anisotropy Probe de la NASA, y recorrió las páginas de curiosidades hace unos pocos días.
Aunque nada está claro, y de hecho todo parece indicar que nuestro universo, al menos, está formado sobretodo por materia oscura, se dice que en ese momento remoto ocurrió la gran explosión, el ‘Big Bang’, y se produjo una expansión dramática de lo que fuera que existiera antes. 400 millones de años después ya brillaban estrellas.
Bueno, desde que empezaron a salir estos cálculos sobre la edad del universo hace unos poquitos años, impresiona su juventud. Claro, si antes se creía que era infinito, cualquier número es menos que eso. Y, ¿será que las nociones populares humanas son ciertas y todo comienzo tiene su final?
En fin, no son angustias astronómicas, sino más bien existenciales. Ahora hay explicaciones más abstractas sobre la noción de infinito, pero recorrerlas es complicado y extenuante. Los científicos discuten sobre la forma del universo, sobre su conducta, su geografía, sus bordes y sus oscuridades, sobretodo. Eso, por no hablar de místicos y divinos.
Pero una búsqueda en internet arroja rápidamente otro dato que ya se conocía desde 2004: el universo tiene 156.000 millones de años luz de ancho. ¿Y entonces?
Es cierto, cada vez se oye menos eso de que el universo es infinito. Pienso en el hermoso símbolo, el ocho acostado, ∞, que ahora está cada vez más confinado a las ecuaciones de donde aparentemente provino. Y el infinito como idea, a las salas de espejos.
El infinito, y el universo, que ha cautivado la imaginación y la poesía. Ir, por ejemplo, a El Aleph, de Jorge Luis Borges: “vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.
Recuerdo una tarde en Marsella, mirando hacia el fondo del mar, hacia el horizonte, mientras pensaba en el infinito y el universo. Y una canción que, al parecer, fue bailada: “Que se quede el infinito sin estrellas/ O que pierda el ancho mar su inmensidad/ Pero el negro de tus ojos que no muera/ Y el aroma de tu piel se quede igual”. Evoco palabras: confín, sinfín.
Infinito, universo, poesía, y todo lo demás. Lo mejor es terminar esta nota con un poema del cubano Severo Sarduy:
Que se quede el infinito sin estrellas,
Que la curva del tiempo se enderece.
Y pierda su fulgor, cuando se mece
Un planeta en su abismo y en las huellas
Del estallido primordial. Aquellas
noticias recibidas del comienzo
de las galaxias, del vacío inmenso,
hoy son luz fósil. Paradojas bellas
que anuncian por venir lo transcurrido
y postulan pasado lo futuro.
Universo del pensamiento puro:
un espacio que fluye como un río
y un tiempo sin presente, opaco y frío.
El tiempo de la espera y del olvido.
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