El sobre blanco con remitente italiano esperaba confundido entre los papeles de oficina acumulados durante una ausencia. Conocía la mano con la cual se había escrito mi dirección en tinta azul y por eso supe que iba a iniciar una aventura, que Sandokán había regresado. Antes de abrirlo lo acaricié un momento y me asaltó, como una ola gigante, el recuerdo de la isla de Mompracem y el rumor de mares lejanos que nunca existieron.
Este sobre contenía un libro, recién aparecido de entre las tinieblas, en el cual la aventura imaginada y narrada por Emilio Salgari a fines de los 1890 está dibujada por Hugo Pratt al terminar los 1960. Dos colosos de la literatura de aventuras.
"La notte del 20 diciembre 1849, un uragano violentissimo imperversa sopra Mopracem", comienza la primera viñeta de este libro de historietas. Al fondo aparece dibujada por Pratt una isla sobre la cual revientan las olas, con un promontorio en la cima del cual hay una pequeña cabaña azotada por el viento, dentro de la cual hay un hombre fiero sentado. "E la tigre della Malesia, Sandokan".
Alguien encontró estos dibujos perdidos en una caja llena de papeles viejos en París y hace pocas semanas aparecieron publicados en librerías de Francia e Italia. De pronto el libro está encima de mi escritorio limeño. Y abre una ventana por la cual vuelo años atrás hacia una tarde calurosa, inmóvil como son esas tardes del verano en la cual los adultos desaparecen y la realidad queda en manos de los niños y las moscas.
Era en el campo, en las afueras de Santiago cuando a los 11 o 12 años leí por primera vez ese mismo comienzo. Y por primera vez en mi vida devoré un libro en un día. La historia de los Tigres de Mompracem, de su líder Sandokán, de su mano derecha el portugués Yañez de Gomara, de la luminosa belleza de Mariana, la perla de Labuán. Viajé sin moverme de mi cama, o de un pequeño cuarto que daba al patio donde mi abuela cosía en invierno, o de la enorme sombra de un sauce que parecía una catedral llorona. Tal vez, fue la primera vez que perdí el sentido de la realidad por un libro.
Luego vinieron otros, pues la saga de Sandokán es muy larga, y otras novelas de Emilio Salgari, y luego amigos de la adolescencia con quienes atesorábamos esos libros amarillos de aventuras, creo que la colección se llamaba 'Robin Hood'. Era lo normal, formaba parte de la formación literaria: sumergirse en esas historias salgarianas de lucha anticolonial en latitudes que no tenían nada que ver con nosotros, en el desarrollo de horribles venganzas, en fugas a través de selvas descritas con un detalle asombroso. Aunque, como se sabe, el autor nunca estuvo allí.
Fue un poco después que Hugo Pratt entró al repertorio de autores favoritos, a través de sus historietas o comics. Había unas revistas argentinas, recuerdo a Tony y Dartagnan, pero también existían otras, que publicaban estas historias ilustradas. Para entonces andabamos en Buenos Aires, y fue allí donde conocí al más famoso personaje de este dibujante y fabulador veneciano, el Corto Maltés. Pero esa es otra historia.
La noticia de que habían aparecido unos papeles perdidos con dibujos de Pratt sobre la aventura de Salgari, con guión de Mino Milani, comenzó a esparcirse por internet. De pronto, había una sinopsis del libro en Youtube, en la cual Sandokán aparece feroz y atlético, implacable. Y me comenzaron a acechar los recuerdos de lecturas de antes, y también las preguntas: ¿qué pasó con todo este universo? ¿por qué las aventuras de los piratas de la Malasia han desaparecido del repertorio de las grandes aventuras de los jóvenes de hoy, después de haber estado allí durante generaciones?
Pero son preguntas que nacen de la nostalgia, porque el planeta gira y gira, y unos héroes son reemplazados por otros. Libros que estremecieron almas juveniles (pienso en las historias de Corazón, de Enrique y Garrone), no conmueven a jóvenes del mundo actual. Son personajes que parecen haberse quedado sin tiempo ni espacio. Las contradicciones existenciales o sentimentales del Tigre de la Malasia tal vez suenen ridículas.
También los lectores de entonces crecimos y eventualmente Sandokán salió de la vida, junto con corsarios de todos los colores y capitanes y últimos mohicanos. Desde entonces lo he recuperado por ráfagas, en momentos estelares, por ejemplo cuando fui a Verona, la ciudad donde nació Salgari, y realicé una búsqueda tan corta como infructuosa de su tumba. Luego compré por ahí un par de libros que tratan de demostrar cómo hay una parte de realidad en las historias de Sandokán, que la isla de Mompracem existe, y que otros personajes también eran reales y vivieron en esos mares malayos, indonesios, indios.
El verdadero misterio de la saga de Mompracem, sin embargo, es cómo un escritor en el norte de Italia, marino frustrado según sus biógrafos, logró crear ese mundo, no importa si basado en la realidad o no. Salgari aparece en las fotos como un hombre menudo, con un bigote desproporcionado, cuesta verlo sentando escribiendo todos esos libros, evocando recuerdos de lugares donde nunca estuvo. Es admirable lo que logró, mantener en vilo a generaciones y generaciones de jóvenes, principalmente en la Europa latina y en Latinoamérica. No creo que sus libros sean muy populares en Malasia. Y entre los lectores anglosajones pocos conocen su nombre.
Las obras de Salgari se publicaban en capítulos y eran muy exitosas en su tiempo. En cambio, su vida fue penosa, llena de miserias. Esto he leído posteriormente: una tarde de abril de 1911 una señora que buscaba leña en una colina de Turín sintió algo de movimiento en unos arbustos, y cuando se acercó encontró a un hombre con una navaja en la mano y horrorosas heridas en el abdomen y la garganta, moribundo. Había tratado de hacerse un Sepukku, al estilo de los samurais japoneses.
Salgari, quien había alimentado la fantasía de tantos, se suicidó de una manera fantasiosa. Y dejó esa famosa carta "a mis editores". Uno de los hombres más leídos de Italia enviaba esta misiva "A ustedes, que se han enriquecido con mi piel", y los acusaba de haberlo mantenido en la miseria junto con su familia. Sólo pidió en compensación "que cubran los gastos de mis funerales".
El Sandokán dibujado por Pratt no está completo, pero como dice el prologuista de la edición, "está fabricado con el mismo material con que se hacen los sueños".
La atracción de Sandokan por Mariana es potentísima. Sandokán enfrenta a un tigre sólo con un puñal, en una escena célebre de la novela, y le dice: "también yo soy un tigre". Y en el comic salta sobre el animal y grita: "Per voi Marianna". Aventura y romance. Amor y odio. Esperanza y venganza. Furia y dolor.
"Quale contrasto", reflexiona el pirata desde su guarida en Mompracem. "Al di fuori l'uragano e qua io! Chi é il piú tremendo?".
Parece que fuera verdad. Que Sandokán ha regresado.
El video-sinopsis oficial (Rizzoli-Lizard) en Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=cz8QPxKaowc
Sitio sobre Pratt: http://www.cortomaltese.com/
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